jueves, septiembre 22, 2005

loose when te winner is lost


En un escape de machismo justificable, junto con un amigo del colegio creamos una estructura bastante divertida que utilizabamos para clasificarnos a nosotros y a nuestros amigos.
Dicha estructura nace basada en la clásica manera en que las películas yankees suelen encasillar a las personas. Es decir, a modo de sátira, acomodamos los bastante conocidos "loser" (perdedor) y "winner" (ganador), de tal forma que pretendimos definir a los hombres y las distintas opciones que podemos asumir en caso de una relación amorosa o la falta de esta. Con esto, usabamos una poco útil clave que nos permitiría burlarnos de nosotros mismos y nuestros amigos, logrando que no se colará cierta información que podría comprometer la vida pública de algunos poco pudorosos y desvergonzados amigos. Era una suerte de "talla interna" (método muy usado en la adolescencia para poder hacer libre uso de insultos e información, sin que aquellos que no pertenecen a cierto grupo "privilegiado" sepan de lo que se está hablando).
Me tomé la libertad de hacer pública esta historia respondiendo a la insistencia del "K`ezón", quien justamente es el irresponsable, junto conmigo, que creo esta escuelera jugarreta.
A medida que voy recordando los sucesos que rodean esta creación, voy notando lo interesante que puede llegar a ser si compartimos todos aquellas particularidades que caracterizaron algunos pasajes de nuestras vidas.
Esta "talla interna", por sí misma, logra definir a quienes toman la personalidad de sus relaciones de pareja con más o menos seriedad. Dividiendo así a monógamos, polígamos y misógenos, entre otros.

Procedo a explicar a modo de diccionario la estructura de la "talla interna":

Winner: Persona normal, como tú o como yo, que "anda" con una "mina" normal. La relación es, incluso, perfecta.

Loser: Persona normal que vive en la soltería por cualquier razón.

Winner que Win: Es un "weón" que uno, al ser normal, reconoce como "pintoso". Éste, a su vez, se "come" una "mina" rica. Es dueño de una personalidad privilegiada. Y potencialmente podría "cagarse" a la "polola", si es que ya no lo hace.

Loser que Win: Este es un "wueón" feo que se "come" la "media minoca". El "wueón" es "choro" po`, tiene que tener la personalidad pa` presentarse como el "wueón" feo que se "come" a tal delicia. Si se lo "cagan" o no, da lo mismo, porque es "loser que win"...

Winner que Loose: Es un "weón" bonito también. La "mina" de este "wueón" es normal o mala. Tiene una personalidad bastante "penca", es tímido y hasta "awueonao". Y potencialmente la "polola" podría "cagárselo"... por "awueonao".

Loser que Loose: "wueón" "rico", normal o feo, que no "agarra" ni por si acaso...Da lo mismo su personalidad. Y aún estando solo al "wueón" se lo podrían "cagar".

Como dije anteriormente, este escape de machismo sirvió para sacar una que otra carcajada entre los conocedores de la "talla interna". Y, por supuesto, más de alguna frustración.

post scriptum: "no pretendo herir susceptibilidades, quiero herirlos donde menos se imaginen"... es broma.

viernes, septiembre 16, 2005

más o menos estilando



"más de alguna vez
nos preguntamos
porqué
para qué
y cosas por el estilo

más de alguna vez
nos dimos cuenta
que es dificil
si no imposible
responder cosas por el estilo

si más de alguna vez nos preguntamos algo
menos veces tendremos más respuestas

o al menos eso llegamos a creer
más de alguna vez

por lo menos yo sí

más al punto
ME gustaría
o
NOS gustaría
que fuese de otra manera

Pero si nos fijamos bien
en cada uno de nosotros
reina tal egocentrismo
que MÁS de alguna vez
hemos llegado a creer
que el resto del mundo
puede ser tanto MÁS incapaz que uno mismo
que los creemos MENOS pensantes
e inferiores

hasta el punto que podemos
llegar a pensar
sin meditación alguna
que nadie MÁS
se pregunta el porqué
ni el para qué
ni ninguna cosa por el estilo

Más o Menos redondeando

y a modo de tarea
¿porqué el estilo?
¿para qué el estilo?"



post scriptum: dedicado a aquellos que ordenan al mundo a pensar, sin pensar que son los únicos que no piensan... mírenlo, que andar gritando por ahí... "¡preguntense el porqué de las cosas!"... está lleno de ninguneadores este mundo... ¡lleno!

jueves, septiembre 15, 2005

un día como hoy, en un mundo de mierda como este


por Boris Navia (Chile)

"¡A ese hijo de puta me lo traen para acá!", gritó el oficial apuntando con su dedo a Víctor Jara, quien junto a unos 600 profesores y estudiantes de la UTE ingresábamos con las manos en la nuca y a punta de bayoneta al Estadio Chile la tarde del miércoles 12 de septiembre de 1973. El día antes, Víctor debía cantar en el acto que se realizaría en la UTE, donde el Presidente Allende anunciaría el llamado a plebiscito al pueblo de Chile.

"¡A ese hijo de puta me lo traen para acá!", repitió iracundo el oficial. El casco hasta los ojos, rostro pintado, metralleta al hombro, granada al pecho, pistola al cinto y balanceando su cuerpo tensado y prepotente sobre sus botas negras.

"¡A ese huevón!… ¡a ése!". El milico lo empuja, sacándolo de la fila.

"¡No me lo traten como señorita, carajo!". Ante la orden, el soldado levanta el fusil y le da un feroz culatazo en la espalda de Víctor, que cae de bruces casi a los pies del oficial.

"¡Ch'e tu madre! Vos soy el Víctor Jara, huevón. El cantor marxista, el cantor de pura mierda!"

Y su bota se descarga furibunda una, dos, tres, diez veces en el cuerpo, en el rostro de Víctor, quien trata de protegerse la cara con las manos; ese rostro que cada vez que lo levanta esboza una sonrisa, que nunca lo abandonó hasta su muerte.

"Yo te enseñaré, hijo de puta, a cantar canciones chilenas, no comunistas!" El golpe de la bota sobre un cuerpo indefenso no se olvida jamás… El oficial sigue implacable su castigo, enceguecido de odio, lo increpa y patea. La bota maldita se incrusta en la carne del cantor. Nosotros, apuntados por los fusiles contemplamos con horror la tortura de nuestro querido trovador y pese a la orden de avanzar nos quedamos transidos frente al horror.

Víctor yace en el suelo. Y no se queja. Ni pide clemencia. Sólo mira con su rostro campesino al torturador fascista. Este se desespera. Y de improviso desenfunda la pistola y pensamos con pavor que disparará sobre Víctor. Pero, ahora le golpea con el cañón del arma, una y otra vez. Grita e increpa. Es histeria fascista. Y, entonces, la sangre de Víctor comienza a empaparle su pelo, a cubrirle su frente, sus ojos… Y la expresión de su rostro ensangrentado se nos quedó grabada para siempre en nuestras retinas…

El oficial se cansa del castigo y se detiene, mira a su alrededor y advierte los cientos de ojos testigos que lo observan con asombro y con ira. Se descompone y grita.

"¿Qué pasa, huevones! ¡Que avancen estas mierdas! Y a este huevón -se dirige a un soldado- me lo pones en ese pasillo y al menor movimiento lo matas, ¡lo matas, entendiste, carajo!".

El Estadio Chile se iba llenando rápidamente con prisioneros políticos. Primero 2.000, luego serían más de 5.000. Trabajadores heridos, ensangrentados, descalzos, con su ropa hecha jirones, bestialmente golpeados y humillados. El golpe fascista tuvo allí, como en todas partes, una bestialidad jamás vista.

Las voces de los oficiales azuzando a los soldados a golpear, a patear, a humillar esta "escoria humana", a la "cloaca marxista", como lo espetan. Hasta hoy día la gente nos pregunta si los miles de prisioneros del Estadio presenciaron estas torturas a Víctor y la respuesta es que sólo unos pocos, sus compañeros de la UTE y los más cercanos, ya que el destino y la vida de cada uno estaba en juego y, además, el Estadio Chile era un multiescenario del horror, de la bestialidad más despiadada. Allí arriba un oficial le cortaba la oreja con un corvo a un estudiante peruano, acusándolo por su piel morena de ser cubano. Un niño de 14 años enloquecía y el soldado le descargaba su arma. De pronto un soldado tropieza en las graderías con el pie de un obrero viejo y "El Príncipe", que así se hacía llamar el oficial a cargo, desde lo alto de los reflectores que nos enceguecían le ordena que lo golpee y el soldado toma el fusil por su cañón y quiebra su culata en la cabeza del trabajador que se desangra hasta morir.

Víctor, herido, ensangrentado, permanece bajo custodia en uno de los pasillos del Estadio Chile. Sentado en el suelo de cemento con prohibición de moverse. Allí, en ese mismo Estadio que lo aclamó en una noche del año 69 cuando gana el Primer Festival de la Nueva Canción Chilena, con su "Plegaria de un Labrador".

Allí es obligado a permanecer la noche del miércoles 12 y parte del jueves 13, sin ingerir alimento alguno, ni siquiera agua. Tiene varias costillas rotas, uno de sus ojos casi reventado, su cabeza y rostro ensangrentados y hematomas en todo su cuerpo. Y estando allí, es exhibido como trofeo por el Príncipe ante las delegaciones de oficiales de otras ramas castrenses, y cada uno de ellos hace escarnio del cantor.

La tarde del jueves se produce un revuelo en el Estadio. Llegan buses de la Población La Legua. Se habla de enfrentamiento. Y bajan de los buses muchos presos, heridos y también muchos muertos. A raíz de este revuelo, se olvidan un poco de Víctor. Los soldados fueron requeridos a la entrada del Estadio.

Entonces, aprovechamos de arrastrar a Víctor hasta las graderías. Le damos agua. Le limpiamos el rostro. Eludiendo la vigilancia de los reflectores y las "punto 50", nos damos a la tarea de cambiar un poco el aspecto de Víctor. Queremos disfrazar su estampa conocida. Que pase a ser uno más entre los miles. Un viejo carpintero de la UTE le regala su chaquetón azul para cubrir su camisa campesina. Con un cortauñas le cortamos un poco su pelo ensortijado. Y cuando nos ordenan confeccionar listas de los presos para el traslado al Estadio Nacional, también disfrazamos su nombre y le inscribimos con su nombre completo: Víctor Lidio Jara Martínez. Pensábamos, con angustia, que si llegábamos con Víctor al Nacional, y escapábamos de la bestialidad fascista del Chile, podríamos, tal vez, salvar su vida.

Un estudiante nuestro ubica a un soldado conocido, le pide algo de alimento para Víctor. El soldado se excusa, dice que no tiene, pero más tarde aparece con un huevo crudo, lo único que pudo conseguir y Víctor toma el huevo y lo perfora con un fósforo en los dos extremos y comienza a chuparlo y nos dice, recuperando un tanto su risa y su alegría, "en mi tierra de Lonquén, así comíamos los huevos".

Y duerme con nosotros la noche del jueves, entre el calor de sus compañeros de infortunio y, entonces, le preguntamos qué haría él, un cantor popular, un artista comprometido, un militante revolucionario, ahora en dictadura, y su rostro se ensombrece previendo quizás la muerte. Hace recuerdos de su compañera, Joan, de Amanda y Manuela, sus hijas, y del Presidente Allende, muerto en La Moneda; de su amado pueblo, de su partido y de sus compañeros artistas. Su humanidad se desborda aquella noche de septiembre.

El viernes 14 estamos listos para partir al Nacional. Los fascistas parecen olvidarse de Víctor. Nos hacen formar para subir a unos buses, manos en alto y saltando. En el último minuto, una balacera nos vuelve a las graderías.

Y llegamos al fatídico sábado 15 de septiembre de 1973. Cerca del mediodía tenemos noticias de que saldrán en libertad algunos compañeros. Frenéticos, empezamos a escribirles a nuestras esposas, a nuestras madres, diciéndoles solamente que estábamos vivos. Víctor sentado entre nosotros me pide lápiz y papel. Yo le alcanzo mi libreta, cuyas tapas aún conservo. Y Víctor comienza a escribir, pensamos en una carta a Joan su compañera. Y escribe, escribe, con el apremio del presentimiento. De improviso, dos soldados lo toman y lo arrastran violentamente hasta una de las casetas de transmisión y por ello lo seguimos viendo.

El oficial llamado el Príncipe tenía visitas, oficiales de Marina. Y desde lejos vemos cómo uno de ellos comienza a insultar a Víctor, le grita histérico y le da golpes de puño. La tranquilidad que emana de los ojos de Víctor descompone a sus cancerberos. Los soldados reciben orden de golpearlo y comienzan con furia a descargar las culatas de sus fusiles en el cuerpo de Víctor. Dos veces alcanza a levantarse Víctor, herido, ensangrentado. Luego, no vuelve a levantarse. Es la última vez que vemos con vida a nuestro querido trovador. Sus ojos se posan por última vez sobre todo aquel pueblo mancillado.

Aquella tarde, nos trasladan al Estadio Nacional y al salir al foyer del Estadio Chile vemos un espectáculo dantesco. Cincuenta cuerpos sin vida están botados allí y entre ellos, junto a Litré Quiroga, Director de Prisiones del Gobierno Popular, también asesinado, el cuerpo inerte perforado a balazos de nuestro querido Víctor Jara. La brutalidad fascista había concluido su criminal faena. Era la tarde el sábado 15 de septiembre. Al día siguiente su cuerpo sería arrojado cerca del Cementerio Metropolitano.

Aquella noche, entre golpes y culatazos, ingresamos al Estadio Nacional. Y nuestras lágrimas de hombres quedaron en reguero, recordando tu canto, amado Víctor, Víctor del Pueblo.

Esa misma noche y al buscar una hoja para escribir, me encontré en mi libreta, no con una carta, sino con los últimos versos de Víctor, que escribió unas horas antes de morir y que él mismo tituló "Estadio Chile". Inmediatamente acordamos guardar este poema. Un zapatero abrió la suela de mi zapato y allí escondió las dos hojas del poema; antes yo hice dos copias de él, y junto al ex senador Ernesto Araneda, también preso, se las entregamos a un estudiante y a un médico que salían en libertad.

Sin embargo, el joven es revisado en la puerta de salida y le descubren los versos de Víctor y bajo tortura obtienen el origen del poema, llegan a mí y me llevan al velódromo, transformado en recinto de interrogatorios.

Me entregan a la FACH y, tan pronto me arrojan a la pieza de tortura, el oficial me ordena sacarme el zapato donde oculto los versos. "¡Ese zapato cabrón!", grita. Su brutalidad se me viene encima. Golpea el zapato hasta hacer salir las hojas escritas. Mi suerte estaba echada. Y comienzan las torturas destinadas a saber si existían más copias del poema.

¿Por qué a los fascistas les interesaba tanto el poema? Porque a cinco días del golpe en Chile, el mundo entero, estremecido, alzaba la voz levantando las figuras de Salvador Allende y Víctor Jara y, en consecuencia, sus versos de denuncia había que sepultarlos.

Entonces, se trataba de aguantar el dolor de la tortura. Yo sabía que cada minuto que soportara las flagelaciones, era el tiempo necesario para que el poema de Víctor atravesara las barreras del fascismo. Y, con orgullo, debo decir que los torturadores no lograron lo que querían. Una de las copias atravesó las alambradas y voló a la libertad.

Aquí están los versos de Víctor, de su último poema, "Estadio Chile":

"Somos cinco mil aquí,
en esta pequeña parte de la ciudad.
Somos cinco mil.
¿Cuántos somos en total
en las ciudades y en todo el país?
Somos aquí diez mil manos
que siembran y hacen andar las fábricas.
¡Cuánta humanidad
con hambre, frío, pánico, dolor,
presión moral, terror, locura!
Seis de los nuestros se perdieron
en el espacio de las estrellas.
Un muerto, uno golpeado como jamás creí
se podría golpear a un ser humano.
Los otros cuatro quisieron quitarse todos los temores,
uno saltando al vacío,
otro golpeándose la cabeza contra el muro,
pero todos con la mirada fija en la muerte.
¡Qué espanto causa el rostro del fascismo!
Llevan a cabo sus planes
con precisión artera sin importarles nada.
La sangre para ellos son medallas.
La matanza es acto de heroísmo.
¿Es éste el mundo que creaste, Dios mío?
¿Para esto tus siete días de asombro y de trabajo?
En estas cuatro murallas sólo existe
un número que no progresa,
que lentamente querrá más la muerte.
Pero de pronto me golpea la conciencia
y veo esta marea sin latido
y veo el pulso de las máquinas
y los militares mostrando su rostro de matrona
lleno de dulzura.
¿Y México, Cuba y el mundo?
¡Que griten esta ignonimia!
Somos diez mil manos menos que no producen.
¿Cuántos somos en toda la patria?
La sangre del compañero Presidente
golpea más fuerte que bombas y metrallas.
Así golpeará nuestro puño nuevamente.
Canto, qué mal me sales
cuando tengo que cantar espanto.
Espanto como el que vivo,
como el que muero, espanto
de verme entre tantos y tantos
momentos de infinito
en que el silencio y el grito son las metas
de este canto.
Lo que nunca vi,
lo que he sentido y lo que siento
hará brotar el momento..."

viernes, septiembre 09, 2005

equipo poético de mindword


nicanor parra (autorretrato)
mario benedetti (te quiero)
pablo de rockha (estilo del fantasma)
juan luis martinez (díptico de "paisaje urbano positivo - negativo"; foto de arriba)
mauricio redolés (chaos)
lord carter (el hombre de la ventana)
joaquí sabina (pacto entre caballeros)
rodrigo lira (sermón de los hombrecitos magenta)
ismael serrano (la cita)
bob dylan (blowing in the wing)
dylan thomas (and death shall have no dominion)
vicente huidobro (la poesia es un atentado celeste)

My godfather don Victor Hugo Lopez me pidió a travez de un post en esta pagina que formara un equipo de fútbol que contara con los poetas que yo eligiera y sus poemas mas relevantes para mí. Eso hice. debo aclarar que no pongo la formación del equipo porque creo que mis poetas preferidos no jugarian mejor sino del modo en que lo haría cualquiera en una pichanga de barrio. Pues creo que el contexto en el cual se baten nuestros poetas no es un mundo de reglas, pero no deja de ser un juego limpio, puesto que se da entre "amigos" por así decirlo, sin importar que en el momento se este luchando por ganar el balón. También debo aclarar que el juego de un equipo poetico se llamaría mindword, en vez de football. Se entiende ¿no?

Nota: son doce jugadores, puesto que bob dylan entrará cada vez que joaquín sabina necesite un "saque" de cocaina.

¡ no al examén del dopping en mindword!

domingo, septiembre 04, 2005


"cómo no reconocer a los grandes
cómo dejar que su presencia en la tierra
pase desapercibida cómo pretender que sean un dígito
estadístico
precario
frio

yo se cómo

así no

así sí

léalo
búsquelo
oigalo

pero jamás le crea
(ese es consejo gratis, en todo caso)"

mañana 5 de septiembre, Nicano Parra cumple 91 años... y todavía no le dan el nobel... así que seguira vivo un rato más, según lo prometido...
brindo por el antipoeta
que nunca calló ninguno
brindo porque hay sólo uno
que escribe con escopeta

cansancio no siente este hombre
ni cumpliendo noventa y uno
no cree en temor alguno
que impida firmar su nombre

los vemos tocar guitarra
cantar romances y protestas
con hermosa historia a cuestas
leemos Nicanor Parra

brindo por el antipoeta
brindo por su gran nombre
no es por ser un mal hombre
pero...
venga el burro y te lo meta!!!
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