El Tesoro de la Juventud
Luego de cumplir con mi "deber cívico", me movía lo más rápido posible para llegar a la brevedad a Valparaíso, pues una pequeña gatita esperaba, muy probablemente, con ansias desesperadas que alguien atendiera su sed-hambre de leche. La gatita es huérfana, pero de una fuerza impresionante. El viaje fue de lo más normal, escuchaba "nene de antes" de la banda argentina Divididos, miraba a la gente, la genteme miraba a mi, la histeria democrática parecía realmente una fiesta. Bajé apurado de la 'micro' (sí, aún les digo 'micros') y me tropecé con un par de sobres grandes, color café claro, como el de las pruebas que nos hacían cuando niños, en esos papeles hediondos a alcohol o algo por el estilo. Seguí mi camino con normalidad, hasta que algo me hizo caer en cuenta de que esos sobre podían contener perfectamente radiografías. No es que yo tenga un fetiche morboso por los accidentes o enfermedades ajenas, es que el material con que se imprimen (o como sea el proceso) las radiografías es muy útil para la elaboración de stencils (moldes negativos para pintar, a grandes rasgos) y supuse que podían servir para el taller de niños de Katina.
Me devolví.
La gente me miraba raro, como diciendo: "qué intruso". Pero yo le daba toda la normalidad que podía a esta aventurilla. Ojée el interior de los sobres y afortunadamente contenían radiografías. Vacié el contenido del más liviano dentro del sobre más pesado y caminé más apurado que antes pues mi curiosidad me estaba rerasando respecto de la atención de la pequeña gata. Llegué a mi casa, abrí la puerta con cuidado, por si la gatita dormía, entré, la vi durmiendo, seguí hacia el comedor y me sumergí dentro del sobre para revisar el estado de las radiografías.
Lo abrí.
Las radiografías pertenecían a un anciano, cuyo nombre no voy a decir pues esta historia no es sobre él. En el interior del sobre, además de radiografías, se encontraban una boina escocesa y un libro, semejando pobre-rica herencia de un abuelo pasajero. La boina estaba ensangrentada y un poco hedionda, por lo que sentí que era mi obligación desecharla para no exponer a la pequeña criatura felina a más de lo que ha sufrido. El libro, un poco empolvado, señalaba en su portada el título de mi aventura dominical y el recuerdo de un pedido no cumplido que mi padre había exigido hace algún tiempo:
El Tesoro de la Juventud.
No se porqué sucedió todo esto. Pero estoy seguro que el libro tendrá la respuesta. ¿Cierto papá?
Post scriptum: Cuando nos veamos te paso el libro papá, y tratamos de completar esa colección, es el volumen 12.
un abrazo
Me devolví.
La gente me miraba raro, como diciendo: "qué intruso". Pero yo le daba toda la normalidad que podía a esta aventurilla. Ojée el interior de los sobres y afortunadamente contenían radiografías. Vacié el contenido del más liviano dentro del sobre más pesado y caminé más apurado que antes pues mi curiosidad me estaba rerasando respecto de la atención de la pequeña gata. Llegué a mi casa, abrí la puerta con cuidado, por si la gatita dormía, entré, la vi durmiendo, seguí hacia el comedor y me sumergí dentro del sobre para revisar el estado de las radiografías.
Lo abrí.
Las radiografías pertenecían a un anciano, cuyo nombre no voy a decir pues esta historia no es sobre él. En el interior del sobre, además de radiografías, se encontraban una boina escocesa y un libro, semejando pobre-rica herencia de un abuelo pasajero. La boina estaba ensangrentada y un poco hedionda, por lo que sentí que era mi obligación desecharla para no exponer a la pequeña criatura felina a más de lo que ha sufrido. El libro, un poco empolvado, señalaba en su portada el título de mi aventura dominical y el recuerdo de un pedido no cumplido que mi padre había exigido hace algún tiempo:
El Tesoro de la Juventud.
No se porqué sucedió todo esto. Pero estoy seguro que el libro tendrá la respuesta. ¿Cierto papá?
Post scriptum: Cuando nos veamos te paso el libro papá, y tratamos de completar esa colección, es el volumen 12.
un abrazo