TBC

Sonaba el tema de algún artista que falleció por sobredosis, del cual no se supo mucho hasta después de su muerte. Los cuerpos ya se habían detectado y sus movimientos eran cada vez mas inentendibles, pero parecían estar de acuerdo.

Ahora, que ya están unidos, aparentan no poder despegarse, o al menos eso quieren. Sudan y lo disfrutan, intercambian líquidos que no comprenden pero valoran. El calor que emanan hace que sus casas se estremezcan y evita que la música del “inolvidable” pase a ser una monotonía absurda y trillada.

A esas alturas (en todos los sentidos de la palabra) los hogares vecinos comenzaron a danzar al ritmo de las casas excitados, pero no lo gozaban de la misma forma. Es más, algunos se quejaban, emitiendo sonidos a través de las ventanas, sonidos entendibles pero no etendibles, que no se comparan con los gemidos tímidos e inocentes que respiraban esas casas que se desformaban en cada cambio de posición que se producia, para lograr comodidad que era imposible en circunstancias tan complicadas como la de un par de cuerpos sudorosos tratando de ser uno. La canción los acompañó en todo momento, y cada aceleración de la música rock tenís el mismo efecto en los cuerpos y en los cambios de posición.

Ya el cansancio dominaba la situación en ambos casos.

La música se detuvo, el artista murió, los cuerpos se despidieron, las casas no dejaron de abrazarse, y los hogares vecinos suspiraron…

Todo volvió a la, ahora, perra normalidad.