miércoles, octubre 12, 2005

"LO PEOR DE POR AQUÍ"

Este es un proyecto que empecé muy entusiasmado el año 2003. Quería que fuese un pequeño cuento, pero se me pasó la mano y ya me estaba imaginando mi primera novela. Fue una sola larga noche, al otro día la inspiración murió. Es triste, pero me pasa seguido. Quiero retomarlo un día, les avisaré. Por mientras, respeten los derechos de autor. No será mucho, pero es mío.

INTENTEN DISFRUTARLO, DENSE EL TIEMPO. PIENSEN QUE YO ME DI EL DE ESCRIBIRLO...




"Hoy, al igual que todos los días, me he dado cuenta que necesito una pareja con urgencia desesperante, urgencia que cansa y que, por algún motivo, duele en el pecho subiendo con insolencia hasta la garganta para lograr un efecto maldito de llanto reprimido por años de sufrimientos que, del punto de vista ético, moral o, para ser mas precisos, del resto, son producidos por situaciones banales y sin razón de provocar mayores complicaciones emocionales. Definitivamente creo haber tomado en cuenta todos los aspectos que puedan influir en esta “estúpida” manera de depresión. Me he preocupado de ser un poco más sensible, he cuidado mis palabras frente a las gentes que me podrían ayudar a superar mis trancas relacionales, he escuchado con atención a las damas que quieren contarme su historia de vida, he rechazado toda fuente de información que me haga reaccionar de modo pesimista en lo que a romance respecta y, lo más importante, dejé de aprovechar al máximo mis facultades particulares en la arenga de la conquista rápida de mujeres y la he guardado sólo para cuando necesite con urgencia un escape de mis cavilaciones amorosas. Es sólo que me parece absurdo que mis amigos, de los cuales sé muchas aventuras que llegan a escapar enormemente de lo aceptado por nuestras normas morales básicas y que no sólo tienen cabida en sus historias sin pareja estable, tengan una mujer que los cuide, los acaricie, les contradiga, les llore, demuestre celos y comprensión a la vez, les de amor y sea capaz de salir a la calle, a la plaza o a cualquier lugar de este extenso conjunto de suelos con ellos de la mano como diciéndole al mundo que ella está feliz y enamorada de ese hombre y que el resto se puede ir a la misma mierda junto con su asquerosa y, a la vez, escrupulosa forma de mirar a los ojos a aquellos que van amarrados de los dedos para defenderse de una explicación lógica de la vida y sus quehaceres.
“Así es la vida”, me dijeron cuando les conté que no aguantaba más esta no-rutina. No creo que así sea la vida, porque ellos se ven felices y no hacen más que alardear de sus relaciones, de lo hermoso que es el sexo cuando lo haces con amor, de lo importante que es tener una vida con otra persona, de los proyectos futuristas que han desarrollado a través del tiempo, ese tiempo que ellos dejan claro que no han desaprovechado. ¿Y yo? ¿Qué cabida tengo en esta vida? ¿Es imposible que yo tenga algo así? Lo peor es que muchos de ellos ya tienen hijos, ya se han alejado de las particularidades de la vida de solteros, ya han envejecido, y no hay espacio para irresponsables en sus vidas, es decir, gente como yo sería una mala influencia para sus costumbres adaptadas al mundo de una familia.
Algo extraño sentí hace unos días atrás cuando uno de mis amigos “familiados” me confesó que él tampoco era feliz, que extrañaba su vida de soltero, la cual no aprovechó como hubiera querido o como él siente que yo la aprovecho. Es comprensible, creo yo, ya que ha tenido la misma pareja desde hace unos catorce años, y desde que conoció a la Ale, con dieciséis años ambos, que no ha tenido otra mujer en sus brazos, y yo doy testimonio de eso. Lamentablemente no puedo decir lo mismo de la Ale, a quién conocí poco antes que al “rata”, como lo llamamos desde la media cuando desapareció por dos días del colegio y lo encontramos un sábado en las catacumbas del colegio comiendo restos de comida que botaban las cocineras del casino para no tener que embolsarlas y llevarlas afuera donde las recogería amablemente el camión de la basura. Todos creen que Felipe, el cual es su nombre, hizo lo que hizo producto de la esquizofrenia que le diagnosticaron después del incidente, pero yo sé con certeza qué fue lo que sucedió. Lo que ocurre es que Felipe, antes de convertirse en “rata”, no había probado ningún tipo de droga, y en primero medio yo ya era considerado un drogadicto, traficante, experto en bombas, promiscuo y muy relacionado con todo aquello que se considerara ilícito en el colegio, denominaciones de las cuales nunca hice alarde porque no me gustaba ser considerado un delincuente por mis travesuras de séptimo y octavo. En fin, Felipe sentía esa necesidad que todos sentimos alguna vez de “meter los dedos al enchufe”, y acudió inmediatamente a mi para que yo le consiguiera una droga fuerte que le hiciera escapar del estrés que las responsabilidades del colegio le producían. La verdad es que yo más allá de fumar marihuana no llegaba, a pesar de haber probado muchos tipos de drogas callejeras y drogas VIP, como llamábamos en la villa, con mis amigos, a aquellas que costaban un ojo de todas las caras para conseguirlas, pero me pareció divertida esta nueva fase en la vida de Felipe. Cuando llegué a mi casa robé un par de pastillas anticonceptivas a mi prima, quien alojaba con nosotros junto con su madre y hermanos, y las lleve al otro día al colegio. No podía creer la cara de expectación que tenía Felipe cuando me vio entrar a su sala aquel jueves. Se me acercó corriendo y tartamudeando:
- ¿Trajiste algo? ¿Te acordaste?
- Tranquilo, aquí no—dije con un espeso aire de confianza y misterio.
Corrimos al patio superior (“Calama”), nos metimos al túnel, que este memorable patio poseía para dividirse en dos fracciones de patio, una más grande que la otra, y comencé el espectáculo. Mostré a Felipe el par de pastillas y él me miró con tanta alegría y agradecimiento que casi me arrepiento de la broma que le estaba haciendo, pero no me sentía temeroso de nada, es más, sentía que con este engaño le estaba haciendo un bien mas que un daño. Así, continué mi farsa y comencé a dar las instrucciones al silencioso Felipe: “Debes tomar una de estas pastillas ahora mismo con un poco de agua, nada de bebidas ni jugos, luego esperar diez minutos, ojalá acompañado de un cigarrillo para que la espera sea más placentera, y así mismo el efecto de la droga. Luego tomas la segunda pastilla sin la ayuda del agua y te recuestas a esperar el efecto. No te asustes, pero va a haber un momento en que no vas a saber nada de ti mismo, es ahí cuando haz llegado al clímax de la droga”. Fui tan convincente que Felipe corrió a comprar un vaso al quiosco y volvió rápidamente con éste lleno de agua. La verdad es que yo no sabía de qué estaba hablando cuando dije “clímax” y mucho menos aún cuando le dije: “esto es lo más cercano que puedes estar del Nirvana”; justo después que volvió con el vaso de agua.
No creo haber sido tan abusador, porque no me quedé a ver el espectáculo y tampoco quise contarle a nadie. Hoy, cuando lo pienso, creo haberlo hecho por que la única forma de saber si una persona está preparada para drogarse, y ese tipo de cosas, es sabiendo si sus sugestiones son más fuertes que su manera de asimilar la realidad, y me parece que el “rata” no necesita drogas para aprovechar su imaginación, es demasiado inocente como para darse cuenta de una estafa como esa.
Me asuste mucho cuando no lo vi en el colegio al otro día. Incluso pense que las pastillas anticonceptivas podrían haber tenido algún efecto alérgico o algo por el estilo en Felipe, pero hubiese sido muy extraño que se diera una coincidencia así. Terminaron ese día las clases de toda la semana, estaba oscuro y no habíamos sabido nada de Felipe. Cuando llegué al Hall de entrada del establecimiento me pareció ver caras conocidas. Claro, estaba ahí el papá de Felipe. El “tío pato” me reconoció y me llamó a acercarme, cuando bajé las escaleras me di cuenta por qué me eran tan conocidas los otros rostros en la entrada, estaban el inspector general de la jornada de la tarde, la “tía Angélica” (madre de Felipe) y un par de carabineros que, como siempre, se diferenciaban entre ellos por cargo, peso y estatura. No puedo negar que me asustó esa imagen, pero ya había visto esas miradas antes en mis padres. Cuando estaba lo suficientemente cerca me hablaron por fin:
- Dinos dónde está Felipe—me dijo el tío pato dejando en claro que yo debiese saber algo.
- Yo no sé nada, de verdad, la última vez que lo vi fue el jueves y “se veía” bien—exclame tranquilo, pero ni yo me creía.
- Es mejor que nos cuentes donde está su amiguito, joven—con aire de superioridad—sería mejor para todos—terminó el carabinero de mayor rango y peso, pero menor estatura.
- La última vez que lo vi estabamos en calama, después yo me fui a la sala, en serio—siempre hablando a la defensiva.
- Fumando estaban, seguro—comentario recurrente del inspector general.

No podía tener miedo a que me descubrieran, nadie sabía lo que había hecho y, por lo tanto, esta vez nadie podría acusarme a mí. Cuando por fin logré salir de ese absurdo conjunto de llantos e insinuaciones acusadoras fui a mi casa y, como de costumbre, salí a buscar a “los cabros” para contarles lo sucedido. Pero camino a la casa del “torra”, me di cuenta que si le contaba a cualquier persona podía ser traicionado, así que no corrí riesgos y fue ése viernes por la noche un callejeo normal. Al otro día, para sorpresa de mis padres, salí a las siete de la mañana en dirección al colegio con la excusa de que iba a estudiar con un compañero. Después de una hora de viaje llegué al colegio, fui directamente a hablar con el auxiliar, “el coyote”, para preguntarle si había visto algo y me contó que, desde ese jueves, en las catacumbas estaban penando más que nunca, que, si me atrevía, podía ir a buscar allá. Hace tiempo que le había perdido el miedo a las catacumbas, en séptimo básico ya había entrado con unos compañeros, y esto no sería raro para mí. Entré por la escala que da a un costado del Hall y aproveché una escoba de paja que estaba en la entrada y la encendí con mi RONSON para tener mejor visual de las catacumbas. Este prohibido paseo fue más largo que los anteriores. Cuando pasé por el “salón Allende”, mítico lugar del que se habla mucho y se sabe poco, noté que las enormes lauchas estaban más revoltosas que siempre, pero emanaban un extraño aire de felicidad, como si desde hace poco hubiesen logrado un acercamiento esencial para su permanencia en el teatro olvidado del Instituto Nacional. Ya parado en las peligrosas “orillitas” del teatro mismo, pude divisar una figura humana tirada de manera horrenda en una de las escaleras, como si hubiera caído desde muy alto, escuche que estaba tosiendo e inmediatamente me abalance sobre el cuerpo. No logré despertarlo, pero fue un alivio dar cuenta de que no estaba herido. Subí al irreconocible Felipe a mi hombro izquierdo mientras afirmaba su brazo izquierdo con una mano y abrazaba sus piernas con mi brazo desocupado. Fue bastante complicado salir por donde entré, pero me sentía protegido por los enormes roedores que ahora, en contraste con mis anteriores visitas, eran casi aliados nuestras, pasando por todos los lugares que, sabían, pisaríamos. Para no despertar sospechas, lo dejé tirado en el descanso de la escalera por la que bajé y me fui rápidamente en busca de la salida que da al centro del patio de honor, para mi fortuna, el coyote había dejado abierto, y pude salir sin problemas. Avisé a coyote donde había dejado al Felipe y corrí al teléfono público a llamar una ambulancia, anónimamente claro. Después de todas estas extrañas hazañas me fui tranquilamente a mi casa y, para mi sorpresa, mis padres esperaban en la reja. Cuando llegué tan cerca como para notar el odio en sus caras, alcance a ver una “zapatilla” a la vuelta de la esquina, justo atrás del LADA. Ahí estaban, paco chico y paco grande, mirándome como yo los miraba a ellos. Se me acercó nuevamente el paco chico y gordo, y sin dudarlo me dijo:
- Sabemos lo que hiciste- pensando que yo iba a creer semejante estupidez.
- ¿De qué se me acusa mi cabo?- pregunté con seguridad, sabiendo que llamar cabo a un carabinero de alto rango es lo más insultante para su orgullo policial.
- Sabemos lo que hiciste con tu amigo- era obvio que no sabían nada, yo seguía esperando que me preguntara donde estuve toda la mañana.-Estamos concientes de tu responsabilidad en la desaparición de tu amiguito, tu inspector nos contó todo sobre ti.-sólo podía pensar porqué se demoraba tanto en hacerme una pregunta tan simple mientras lo miraba a la frente, para mantener contacto visual sin dar cabida a los nervios (técnica que nunca dejé de usar).-¿qué haz hecho toda la mañana?- cuestionó por fin.
- Estaba en la casa del Cárdenas, tratando de hacer un trabajo de Historia- respondí sin miedo. Mi seguridad al dar esta respuesta tiene dos razones: la primera, es el hecho de que si lo decía convencido, no perderían el tiempo en consultar con mi compañero. La segunda, es que el Cárdenas y yo tenemos, hasta el día de hoy, una lógica muy parecida y comúnmente, cuando salía a cualquier parte con la excusa del trabajo el Cárdenas me “apañaba” sin titubear.
- Danos el número de tu compañero Cárdenas para confirmar.- Dijo el paco chico, para mi sorpresa.
Llamó y contestó, por suerte, mi “parner”.
- ¿Hablo con el alumno Cárdenas del Instituto Nacional?- interrogaba paco chico-, lo estamos llamando de carabineros de Chile, queríamos saber si hoy se encontró con su compañero Jaime Henríquez del 1º O- Se silenció durante unos pocos segundos acompañando la cháchara del Cárdenas con unos molestos “AHÁ” y “EHÉ”- ¿Se encuentran sus padres, por casualidad?- al parecer esta pregunta fue respondida por una burla típica de mi “parner”, ya que el oficial pidió respeto al “mocoso” y terminó colgando el teléfono del living de mi casa sin despedirse del “alumno Cárdenas del i8nstituto Nacional”.

Era evidente que mi “parner” se burlaría de una pregunta como esa. ¿que persona está en su casa de pura casualidad? Nadie. Uno puede estar de casualidad en muy pocos lugares, pero, sin duda, nunca lo estará en su casa. Era una discusión muy recurrente que llevábamos a cabo con los compañeros del colegio, no con todos es claro, pero había un buen grupo de gente que gozaba discutiendo supuestas banalidades, como porqué la gente anda en la micro hablando por celular para decir a otra gente que está en la micro o porqué los mojones son dibujados y caracterizados en diferentes medios como un casi perfecto espiral, cuando en realidad caen divididos en muchas partes que no se asemejan en tamaño o grosor y quedan dispersos en el agüita del inodoro. El solo hecho de que a todos nos preocuparan cosas de ése estilo nos unió para siempre, y convertimos banalidades en tópicos de lírica y de música, mayoritariamente. De todas maneras, es innegable que a muchos de nosotros nunca se nos pasó el interés por este tipo de cosas. El “pilita”, a quien apodamos así por la simple razón de ser una persona “inquietantemente inquieta”, ahora se dedica a cantar en un bar del barrio Bellavista, donde hace una especie de café concert acompañado de un variado repertorio musical.

El asunto es que a la “Ale” la conozco, tal vez, demasiado bien. Más de alguna vez, cuando éramos adolescentes, tuvimos nuestra aventurilla a escondidas. Lo único que me molesta de ella es que su interés por mí despertó sólo después que empezó a salir con el rata, antes de eso no me tomaba en cuenta. Lo que sucede es que estoy seguro que no se me hubiera acercado nunca sino supiera que yo no respeto la amistad cuando hay una mujer de por medio, es decir, yo vendría siendo la prueba infalible de lo enamorada que puede estar o no la polola de alguien. Si una mina que está pololeando se te acerca para seducirte, tú no tienes por qué negarte y menos por asuntos morales, y lo ideal es que el pololo la sorprenda para que se de cuenta que está perdiendo el tiempo.
Pero es bueno estar al tanto de que la Ale no ha cambiado. Hace tan sólo dos semanas nos encontramos en una schopería en Pionono con Dardignac, ella estaba con dos amigas conversando y yo con un tipo que conocí alguna vez en tongoy, fue bastante aliviador encontrarme con la Ale ya que a éste personaje no lo recordaba para nada y llevábamos unas dos horas conversando. Cuando ella me reconoció se levantó inmediatamente de su asiento y se acercó a saludarme. Inmediatamente le propuse que uniéramos fuerzas y nos sentáramos todos juntos, ella accedió rápidamente y junto con el conocido desconocido nos instalamos en la mesa femenina. Nos presentamos, y pude dar cuenta del nombre de mi “viejo amigo”, se llamaba René y al parecer lo conocí en la playa cuando le compraba un par de pitos de marihuana. Las amigas de la Ale eran tan agraciadas como ella y yo ya le estaba “echando el ojo” a una de ellas. Era una trigueña de un año menor que yo a la que se le destacaban unos ojos azules enormes que hacían a cualquiera sumergirse en la búsqueda del porqué de tan excéntrico detalle. Estaba dotada de unos pechos firmes como nadie mas podia tener esa noche. A ella, definitivamente, la hicieron para mi. El único problema fue que durante toda la noche la Ale no me dejaba actuar. Se me hizo casi imposible entablar una conversación decente con la mina, que a todo esto se hacia llamar Karina. Pero aún con todos los pormenores que presentaba la Ale, llegué a conquistar esos hermosos ojazos. Sin embargo, la Ale no desistió. Se levó a su amiga al baño y cuando volvieron cambiaron de lugar y Karina me hizo el quite toda la noche. Estaba indignado. ¿Qué le da derecho a decidir con quien me meto? Es verdad, quié se puede quejar si de todas maneras no va a pasar la noche solo, pero es el hecho. A ella no le corresponde hacerme ataques de celos, y que yo sepa, a nadie le corresponde hacerme ataques de celos. Después de todo, igual termine esa noche con la Ale. Nos amamos durante varias horas, en las que no sólo hicimos el amor, sino que hablamos del rata como si fuera normal hacerlo, le serví desayuno al mediodía, cosa que ella encontró muy romántica. Fue en ese instante que le vino un arrepentimiento del demonio, se acordó que el rata le prepara el desayuno todos los fines de semana, que él es un gran hombre que se esfuerza mucho por mantener su pequeña familia en pie y que lo ha engañado durante los catorce años de su relación. Cuando le tome el peso, tres días después, me di cuenta de que era bastante fuerte lo que hizo la Ale. Y no me imagino realmente como lo tomaría el rata si lo supiera, lo que si estoy seguro, es que no se enojaría conmigo, me lo agradecería quizás, porque sabría que yo la cuidé. Le molestaría más saber que además de mí tuvo otras aventuras. Se que parece raro, pero no todo el mundo piensa y siente como todo el mundo. Véanme a mí.

Hay veces que me dan ganas de tener un hijo con la primera mina que vea, seguir mis instintos, llevar todos mis problemas a una solución extrema e irresponsable. De seguro que serían pocos los que se sorprenderían de mi haciendo algo por el estilo. Comúnmente me arrepiento a tiempo, el resto de las veces he tenido la suerte de que mi ínter-relacionadora ha tomado las precauciones correspondientes. Yo creo que a todo el mundo, en algún momento de sus vidas, le dan ganas de reproducirse…"

2 ¿y qué dijo el otro?:

Blogger Simon@ said...

me encanto...
espero que puedas terminarlo algun dia...

te comento que yo = empese una novela
tenia la idea todo no podia dejar de escribir...
pero no supe y no se como seguir...

espero que encontremos ese minuto de inspiracon
que de nuevas vidas a la novela
que nunca escribimos


nos leemos

11:12 a. m.  
Blogger Amapola said...

SALUDOS DESDE UN PUNTO LEJANO DONDE ME ENCUENTRO ...
GRACIAS POR TUS COMENTARIOS ... O TAL VES POR EL CUMPLIDO...
DE VERDAD... NOS ESTAMOS LEYENDO ...
SE DESPIDE ...
AMAPOLA ...

12:44 p. m.  

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